Eran las 18:29, el cielo estaba nublado y hacia poco viento.
En Carel el ambiente era frio, el pueblo parecía devastado. En el pueblo había
pocos niños de la edad de Dorian, la mayoría del pueblo eran gente adulta y
aburrida, y vejestorios que esperaban a la muerte desde hace años. A las
mujeres solo se las veía por la calle cuando volvían de la compra, ya que,
estaban bajo el constante machismo de los adultos que vivían en el pueblo. A las
casas antiguas, se les caía el tejado a trozos, gracias a la plaga de termitas
que había ya desde hace siete años en el pueblo. La plaga ya era parte de la
historia del pueblo. Y aunque no se dejara ver, las casas seguían derrumbándose.
Dorian llevaba toda su vida en Carel, y siempre le había parecido un pueblo
extraño, a diferencia de otros, este no tenía ni ferias, ni grandes almacenes,
ni gente amable, ni heladerías con letreros luminosos en la entrada.
Andando por la calle, Dorian se encontró con su único amigo,
Fred. Paseaban por la calle, cuando escucharon un disparo. Dorian y Fred
corrieron para ver lo sucedido. El sonido les llevó a casa de Dorian. Al llegar,
Dorian se encontró que la puerta de su casa había sido forzada. Asustado, cogió
el bate de beisbol que tenía en el baúl de la entrada y abrió la puerta. Nada
más entrar, se encontró a su padre tirado en el suelo con un agujero de bala en
la cabeza. Triste y confuso, se tiro al suelo a llorar. Fred llamo a la
policía.
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